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viernes, 25 de febrero de 2022

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TÍTULO: QUÉ DARIA YO PARA QUE NO FUERA VERDAD

 768 palabras

 


 

Lo que daría yo para que no fuera verdad. Daria lo que fuera para que la vida no cobrase la existencia con monedas tan duras.

 

 Era un miércoles de invierno que nos acogía en su noche fría a un puñado de amigos con la promesa de una agradable cena.  Como cada noche de miércoles nos dejamos llevar por el ajetreo de saludos,  reencuentros, y por un no sé qué que nos unía.

 

Ellos dos se acercaron sin apenas darnos cuenta. Alguien dijo que eran hermanos. Dos hombres  recios de mediana edad, llegaron, entraron y se sentaron.  Y en ese momento, en aquel gran espacio, el silencio se oyó con fuerza.

Nuestros ojos danzaron extraños entre cruces de miradas en busca de quién de nosotros brindó la invitación.

 

Pasó solo un minuto de aquella noche cuando él, con la cabeza y frente gacha habló con voz firme y entrecortada:   “Tengo que decirles algo importante que deseo contar, y les pido permiso”.

Las miradas de extrañeza seguían su danza. Todas menos una, los ojos de su hermano apuntaba impasible como una fría lanza más allá del adoquinado suelo. 

 

Su voz la oí caer por su pecho hasta tocar la tierra, pero al instante con un leve movimiento alzó su cara.

Fue entonces cuando vi en su mirada alumbrar el negro oscuro de sus ojos. Un negro mate, un negro infinito, como solo la tierra dura es capaz de crear. Pero fue su rostro desfigurado y frio lo que bajó mi cabeza.

 

Su voz retumbó y dijo:

—“Ustedes están viendo mi cara destrozada.  Es el resultado de haber fallado cuando quise quitarme la vida”.

En ese momento toda respiración se cortó. Y sobre mi piel fría cayó el calor que  desprendió la lámpara del techo.  

 

—“Hace años, tenía esposa y dos hijos. Un varón y una mujer. Todos viven hoy en día.

Di muy mala vida a los tres.  Llevan escrito es su piel mis cicatrices. Ella sostenía la casa y la familia mientras yo gritaba entre vapores de alcohol. No había nada que me hiciera parar ni nadie que me hiciera razonar”.

 

—“Ellos crecieron y yo me hice pequeño. Me quedé en la calle como uno más de los que ustedes ven. Un día desperté y pude ver que no había nada en esta vida que yo quisiera”.

“Cogí un arma, aquí es muy fácil obtener una. ¡No podía más!.

 

—“Y en un acto de lucidez. Tal vez ustedes no lo entiendan así, pero créanme,  fue un momento de cordura. Me puse el arma debajo de la cara con la firme intención de apartarme de vivir”.

—“Así lo hice, disparé para no volver a abrir mis ojos, pero erré el tiro. Él me arrancó un trozo de mi cara, pero me dejó con vida.

Son muchas las operaciones que me han devuelto el aspecto que ven, pues quedé bien desfigurado. Con el tiempo aprendí de nuevo a hablar, a respirar, a masticar, a vivir. Los médicos han hecho un gran trabajo conmigo.”

 

—“Les tengo que decir, que esa bala me devolvió la vida que no tenía. Hizo que aprendiera a cambiar la mirada, y  acatar mi propia existencia. Créanme cuando les digo que doy las gracias por aquel día. Yo vivía en un infierno y esa bala fue lo único que me arranco de él”.     

 

—“Todavía hoy en día no encuentro mi propia absolución. No alcanzo a perdonarme todo el daño que infligí.

Hoy tras haber pedido tantos perdones como caudal lleva ese gran río. Mi hijo está a bien conmigo. Mi hija le cuesta más, está fría y distante, no se lo reprocho, tiene sus razones. Yo le quebré a golpes su piel y envenené con mi maldición su inocente aliento. Pero… saben ustedes…, a veces quedamos mi ex­-esposa y yo para pasear por la orilla del río y tomar algo”.

Entonces fue cuando vi asomar a sus ojos un brillo de cristal. Y esbozó una ligera sonrisa con lo que un día fueron sus labios.

La noche siguió y cumplió su promesa de vida. Impacientes, decididos y con alegría todos juntos nos sumergimos a disfrutar de ella. 

 

Fue de regreso a casa, con el viento frio en contra y acurrucada sobre mí misma, cuando sentí el impulso de mirar a lo alto. Miré por encima del vapor de luz de las farolas. Allí donde empieza la más cerrada oscuridad. Y entonces caí en la cuenta: la tierra acababa de completar  su giro diario sobre ella misma y en ese veloz ajetreo de rotación, alguien esta vez no se perdió. 

 

                                                                          *****

 


 

2 comentarios:

  1. No sé si son opiniones lo que se pide, de todas formas, como soy nuevo, para romper el hielo, comento:
    Me gusta mucho el relato; una persona arrepentida por su vida anterior, casos parecidos, aunque no tan extremos, de personas encanalladas que después se arrepienten, he conocido alguna. Está muy enriquecido de figuras literarias entre las que destaco: "Su vos la oí caer del pecho...", "...el silencio se oyó con fuerza", "Les tengo que decir, que esa bala me devolvió la vida que no tenía".

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  2. En si la historia consiguió llamar mi atención, creo que es un punto muy a favor.

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